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jueves, 4 de marzo de 2010

Chile: Dos terremotos, un tsunami y las replicas

miércoles, marzo 03, 2010

Guillermo Sandoval
periodista chileno

Chile no sólo sufrió un terremoto, y un tsunami. También está siendo víctima de un terremoto moral. Pero también aflora algo mayor: el heroísmo y la solidaridad.

La madrugada del sábado último, a eso de las 3.35 hrs., la tierra empezó a moverse luego de fuertes ruidos subterráneos. Parecía no terminar jamás. Los que hemos vivido otros terremotos, especialmente los de 1960 y 1985, sentimos que éste era mucho más prolongado. Casi tres minutos. Y muy intenso. 8.8 grados. Algunos decían el sábado por la mañana que se había liberado 50 veces más energía que en el terremoto de Haití. Hillary Clinton, en visita express a Chile, dijo esta mañana que 800 veces. Expertos del Centro Nacional de Información de Terremotos del Servicio Geológico de los Estados Unidos hablaron de “megasismo” que liberó 50 gigatones de energía y fracturó 550 kilómetros de la zona de la falla. El terremoto de 1960 es el de mayor magnitud en la historia de la humanidad, y el actual se inscribe en la lista tan dolorosa como “top ten”. El quinto más importante, desde 1900.

Es claro: fue un infierno de casi tres minutos. Y lo sigue siendo mucho más prolongado para buena parte de los dos millones de damnificados que ha dejado esta catástrofe, especialmente para quienes perdieron algún familiar o alguien cercano, que forma parte de las casi 800 que hasta ahora suma la lista oficial de muertos confirmados. No menos penosa es la situación de los que buscan aún desaparecidos.

A cada instante se conoce alguna situación dramática. Una familiar de una chilena que murió en el tsunami de Tailandia, ahora veraneaba en Pichilemu junto a amigos que perdieron dos hijos menores en este tsunami. Un joven que perdió de manera trágica a su hermano, ahora su novia fue arrebatada por una gigantesca ola, en la isla Robinson Crusoe. Y van sumando. Familiares buscan a los suyos. Los medios de comunicación, en especial la radio, ayudan mucho. Se recogen datos. Buenos y malos. Pero se va conociendo.

Los paisajes resultan irreconocibles. En pequeños poblados costeros, donde habían cabañas de veraneo, camping, o viviendas de los pobladores locales, hoy sólo desolación. Ruinas esparcidas. Vehículos volcados y hasta es posible ver embarcaciones pesqueras instaladas, con sus características franjas amarillas, contrastando con el verde en medio de bosques. Imposible entenderlo.

Dos regiones, sin ser las únicas, son las más afectadas: del Maule y del Bío Bío. La primera esencialmente productora de vinos, frutas y productos asociados a la silvoagricultura, con un millón de habitantes y 7,7% de cesantía y un salario promedio de 500 dólares; la segunda con una industria forestal y pesquera muy desarrollada, donde también radican industrias como la petroquímica y, al interior, actividades silvo y agropecuarias. Tiene 2 millones de habitantes, una tasa de cesantía del 10,2%, y 600 dólares de salario promedio (a noviembre 2009). La capital del Maule, la ciudad de Talca, está a 200 kilómetros al sur de Santiago. Concepción, la capital del Bío Bío, a 500. (Chile tiene 16 millones de habitantes, más o menos)

Las viviendas dañadas, en primera instancia, se estiman en 500 mil. Si bien la mayor parte de las edificaciones resistió, hubo también edificaciones nuevas que fueron destruidas por el megasismo. En Concepción, hasta hoy trabajan equipo de rescate del Cuerpo de Bomberos (los mismos que fueron a hacer idéntica tarea en Haití) para tratar de recuperar con vida, en lo posible, a los residentes que aún permanecen atrapados.

Las autopistas, durante el terremoto ondeaban como océano. Algunos puentes cedieron. Otros están dañados y hay desniveles importantes, grietas o socavones, pero la mayoría resistió. Con todo, pasarán seis a ocho meses antes que nuevamente se alcance normalidad.

Puertos desde donde el alerta alcanzó a darse, los barcos arrancaron parte de las instalaciones al salir mar afuera, apresuraos, a capear el tsunami. El mar se metió por varias cuadras en diversos lugares. En ciudades y pueblos como Talcahuano, Constitución, Pelluhue e Iloca, fue más allá de las plazas, sembrando destrucción a su paso. La mayoría de los habitantes logró arrancar a cerros y partes altas. Pero muchos no alcanzaron por diversas razones, entre las que también aparece el apego a las pertenencias, o porque -siendo turistas- no tenían el entrenamiento para escapar de tsunamis.

Nuestro país tiene muy buenas estadísticas. Confiables. “también buenas malas estadísticas”, dice un amigo: las pérdidas materiales suman -según primeros cálculos- 30 mil millones de dólares. Es cierto que las grandes obras públicas concesionadas están aseguradas, pero miles de ciudadanos de a pié no tienen esos resguardos. Sus casas, sus enseres, lo que han logrado reunir en una vida de trabajo.

Chile, a lo largo de su historia, ha sido golpeado por muchas catástrofes de la naturaleza, que han ido templando el carácter de sus habitantes. Nada resulta fácil. Cuando no hay un terremoto, es una inundación o una sequía. Por lo mismo, el esfuerzo y la persistencia es algo característico, o una crisis económica foránea. O una interna. Pero siempre los chilenos estamos esforzándonos contra la adversidad. La minería es una tarea de mucho esfuerzo. La agricultura, de mucho riesgo climático. La ganadería -como envidiamos las praderas de nuestros hermanos argentinos- requiere de instalaciones tecnológicas avanzadas para aprovechar adecuadamente los pocos recursos. Nuestra viticultura precisa de riego por goteo, especialmente en los terrenos recuperados al desierto nortino. En el extremo austral, las condiciones climáticas son tremendamente adversas, pero allí hay chilenos produciendo, generando riqueza, ganándose la vida. Nada es fácil ni gratis.

Todo esto ha desarrollado en nuestro país también una cultura solidaria, que se expresa silenciosamente entre los pobres, mayormente. Ha sido característico de los chilenos condolerse, o dolerse-con. Pero tenemos actualmente atisbos de una cultura distinta (marcada por el individualismo y el exhibicionismo de la riqueza, especialmente la recién llegada) que comienza a mostrarse con alguna fuerza. Contra ella, siguiendo el ejemplo de San Alberto Hurtado, el recientemente fallecido padre Renato Poblete s.j., clamaba por austeridad.

Es que, claro, el exhibir la riqueza mientras muchos otros, aunque hayan progresado harto, están a “años luz” de los que más tienen, es algo muy violento. En este marco es que ocurren los injustificables actos de pillaje y saqueo a establecimientos comerciales, primero en Concepción y luego en otros sitios. Algunos buscaban alimentos urgentes. Pero rápidamente otros se llevaron equipos electrónicos y de línea blanca. Ya no es necesidad… es delito puro y simple, pero en el trasfondo -sin intentar justificar lo injustificable- puede haber algo de esa violencia que se sembró con la falta de austeridad, con el exhibicionismo de riqueza y que aflora como revancha en esta oportunidad. Nada lo justifica. Pero también habrá, en su momento, que indagar en las causas de una conducta tan extraña a lo que ha sido el alma nacional, y que ha obligado a llevar los militares a la calle, a reponer el orden público, cosa que no ocurría desde el régimen militar. Para quienes vivimos esa época, es un mal recuerdo ver el verde oliva de los trajes de combate en las calles.

Ese pillaje y saqueos, son un verdadero segundo terremoto, que se agrega al sismo y al tsunami. Es un terremoto moral que no debe dejarnos indiferentes.

Creo, en todo caso, que sobre aquello, es más fuerte la raigambre moral de los chilenos que se expresa en la solidaridad que es parte del alma de Chile. Esa misma que lleva a miles de jóvenes a salir a construir viviendas para los que la perdieron, a distribuir alimentos, a ofrecer atenciones de salud, a ayudar a los sufrientes. Y en todos aquellos que están prestos a ayudar.

A estos terremotos y tsunami, se agregan las réplicas o temblores de menor intensidad. Este terremoto -que por supuesto no se programa conforme al calendario político- se da en el contexto de un cambio de gobierno entre dos coaliciones de distinto signo. Y entonces mientras unos por disposición constitucional deben enfrentar la crisis, otros que deben encabezar pronto (el cambio de gobierno es el 11 de marzo) el proceso de reconstrucción se ponen nerviosos y quieren asumir ya sus roles. Ese afán produce roces, porque huele a intento de desalojo (algo que por demás fue en parte slogan de la reciente campaña política). No es bueno que ocurra esto. Chile es un país con apego a la ley y que se superponga un gobierno a otro -especialmente desde la perspectiva comunicacional- porque está al borde, o cruzando el borde de lo incorrecto. Tensionar las relaciones políticas de esta manera, sorda, puede determinar se entenderán en la próxima administración, donde el Ejecutivo no tendrá mayoría parlamentaria. El estilo, que se parece a las ofertas no amistosas de compra de acciones, puede ser propio de los negocios, pero no lo es de la política. Estas son réplicas que se pueden enturbiar nuestra historia próxima. Y pueden ser muy costosas para quienes hoy creen hacer un buen negocio.

Santiago, 2 de marzo de 2010


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